EL EJE DE LA LIDIA

EL EJE DE LA LIDIA
"Normalmente, el primer puyazo lo toman bien los toros, y si ése fuera el único del tercio, todos parecerían bravos. En el segundo ya empiezan a dar síntomas de su categoría de bravura. Y es en el tercero donde se define de verdad si el toro es bravo o no. En el tercer puyazo casi todos los toros cantan la gallina, se suele decir". JOAQUÍN VIDAL : "El Toreo es Grandeza". Foto: "Jardinero" de la Ganadería los Maños, primera de cuatro entradas al caballo. Corrida Concurso VIC FEZENSAC 2017. Foto : Pocho Paccini Bustos.

sábado, mayo 05, 2018

"¡PERDÓN PARA LOS TOROS DE BANDERA¡" :LUIS FERNÁNDEZ SALCEDO

"La nobleza y la suavidad han de ser el complemento de la bravura; pero nunca ésta el suplemento de aquéllas. Podemos decir que la bravura es el café, y la nobleza, el azúcar; bien está que quitemos el amargor a la infusión; pero no que la transformemos en un jarabe empalagoso"
“ (...) Los criadores de reses bravas los más inteligentes de todos nuestros ganaderos—conocen a la perfección los secretos de su arte, y la materia prima de que disponen está ya tan trabajada, que les permite ser un poco como escultores de su propio ganado. Recientemente, uno de los más representativos, en ocasión solemne, se ufanaba—y con razón— de haber lanzado al mercado el "toro fácil". Con tan sorprendente invención logró ponerse en cabeza de la mayoría de sus compañeros, que sienten la humanitaria preocupación de coadyuvar eficazmente al éxito de los diestros y de divertir, a la vez, a un público que estimula constantemente a los ganaderos—justo es consignarlo— a perseverar en dicha trayectoria.

Queremos decir que en estos últimos años la selección se ha orientado en el sentido de buscar nobleza y suavidad; pero acaso habrá que dar en breve contramarcha, pues es posible que nos hayamos pasado de punto, y entonces se tendrá que inyectar a las ganaderías la bravura- bravura, es decir, la furia salvaje, el nervio, el temperamento, la codicia...

Han transcurrido muchos años desde el fallecimiento del gran aficionado y escrupuloso ganadero don Dionisio Peláez, y ya todos nos empezamos a olvidar de sus ingeniosas frases. Sin embargo, aún recuerdo una que decía: "El toro pastueño está a dos dedos de la mansedumbre." Y desde un ángulo diametralmente opuesto, un aviador alemán, que veía por primera vez una corrida, allá por el año 1943, exclamaba muy serio: "¡Lástima que el toro esté domesticado, porque eso resta brillantez a la faena!..." Pero entonces —nos argüirá algún aficionado bisoño—, ¿la bravura y la suavidad son incompatibles? Evidentemente que no; se trata únicamente de cosas que deben estar dosificadas. La nobleza y la suavidad han de ser el complemento de la bravura; pero nunca ésta el suplemento de aquéllas. Podemos decir que la bravura es el café, y la nobleza, el azúcar; bien está que quitemos el amargor a la infusión; pero no que la transformemos en un jarabe empalagoso.

Con algunos ganaderos he hablado yo de estas cuestiones, y me han dado la razón en principio; pero hemos convenido en que la piedra de toque está en la busca de los sementales, problema que ha de ser, de día en día, más difícil. Antiguamente bastaba con tomar un billete para Sevilla, media hora antes de la salida del tren, y reforzar las existencias de la cartera, para poder, cuando llegase el caso, cambiar doce "Veraguas" por un Parladé, un Saltillo o un Santacoloma. Hoy las cosas han variado mucho. Desaparecidas, o al menos diezmadas, las ganaderías de la que fue zona roja durante nuestra Guerra de Liberación hubo que improvisar rápidamente nuevas vacadas que viniesen a ocupar los lugares vacantes, y tal afán se puso en ello, que el número de divisas es hoy* ya el doble que en 1935, y es de esperar que sigan proliferando indefinidamente.

Ello no habría sido posible si no se hubiera creado un saludable clima de blandura por los mismos ganaderoslos supervivientes de antes y los satisfechos de ahora—, y aquellas rígidas normas de antaño se han visto sustituidas por los principios fisiocráticos, tan encantadores, del "laissez faire" y "laissez passer", que en este caso podrían llevar como reverso: "Nadie se fía de nadie."

Por otra parte, apenas existen ya ganaderías puras. La mayoría son cruzadas, recruzadas y contracruzadas a la luz del día o de tapadillo. Y no olvidemos que el cruzamiento es menos estable que la selección, porque en aquél, los factores dominantes son como un poderoso ejército de ocupación que vence en toda la línea; pero los caracteres recesivos no desaparecen por lo común, sino que se quedan agazapados, camuflados, formando una quinta columna, que espera la hora de la revancha años y años. Aun en las mismas ganaderías, que eran y siguen siendo proveedoras de simiente, está la cantera muy explotada, hasta el punto de que alguno de sus dueños ha tratado de rescatar para sí, de nuevo, toros vendidos, o ha tenido que adquirir sementales en otra casa. Podemos afirmar que las vacadas tienden a igualarse, porque las que eran cumbres se han rebajado con las ventas, y las que eran hondonadas se han rellenado con las compras. Es decir, que en las ganaderías hay que limitarse ya casi exclusivamente a la autarquía y buscar los sementales en las dehesas propias. Y lo malo es que las tientas satisfacen cada vez menos. La que se celebra en campo abierto —aparte de la belleza del espectáculo— no da gran luz para la busca del semental desde el momento en que la suerte de varas está ahora tan al margen. En la tienta en corral se estudian mejor las reacciones del becerro; pero como este se suele resabiar, no conviene tentar toda la camada.

Actualmente se sale del pasó probando en corral cuatro o cinco machos, y al que parece mejor se le torea un poco. Ni que decir tiene que en el noventa por ciento de los casos el becerro toma bien la muleta y queda convertido en un semental discreto, pero no de gran categoría. Seguramente que en la camada hay diez o doce con mayores méritos, como lo pondrán de manifiesto cuando se jueguen en Bilbao, Madrid, Valencia, Sevilla, Pamplona, etc.

La lidia, tal como hoy se lleva, sí que es una verdadera tienta; figurémonos, pues, la pena que sentirá el ganadero que no tiene buenos sementales viendo morir, quizá oscuramente, a un toro de bandera. Afortunadamente, existe una fórmula conciliatoria.

He aquí la solución: que a estos toros excepcionales se les perdone la vida, para que, una vez curados, puedan volver a la dehesa a padrear durante bastantes años. Estimamos que la idea es perfectamente factible. Todo se reduce a resucitar una costumbre antigua, dando ocasión al público de manifestar un sentimiento tan generoso como el de perdonar la vida, aunque sea a un simple animal.

Para ello, cuando el ganadero estimase que en una de sus corridas podía salir un toro extraordinario, se pondría una advertencia en el cartel diciendo que si alguno de los seis toros, a juicio del presidente y previa petición del ganadero, merecía el perdón de la vida, se le daría la lidia ordinaria hasta el mismo momento de matar, en cuyo caso el espada, previamente advertido por un toque especial de los clarines, simularía la muerte con la mano.

El ganadero quedaría obligado a rescatar el toro por su importe, que se entregaría al gobernador civil para atenciones benéficas. También cabria que fuera el público quien unánimemente pidiera el perdón de la vida, y en ese caso el dueño tendría que hacerse cargo forzosamente del toro excepcional (y es de suponer que con mucho agrado) en las mismas condiciones. Para evitar abusos podría limitarse la petición del perdón por el ganadero a dos toros en cada temporada.

Han transcurrido ya veinte años desde que se aprobó el último Reglamento. En estos lustros ha cambiado la fiesta profundamente. Estimamos que, tarde o temprano, habrá que revisar el texto legal. Para cuando el momento llegue, con toda modestia nos permitimos exponer esta idea, por si alguien la quiere defender en el seno de la Comisión que entienda en el asunto.

Creemos, en definitiva, que esta proposición —susceptible, naturalmente, de ser mejorada— no habría de encontrar gran oposición por parte de nadie, ya que, evidentemente, beneficiaría a la Fiesta en general, y en particular, a los ganaderos, sin perjuicio para los espadas (que se ponen así a cubierto del riesgo de deslucir con el estoque una gran faena), ni para el público, pues si bien se pierde de ver una problemática buena estocada, en cambio, con ésta y otras medidas sentiría crecer su interés hacia todo lo referente al toro, faceta de la afición muy necesaria y más que conveniente en estos tiempos."
* Año 1950.
LUIS FERNANDEZ SALCEDO
Fuente: El Ruedo, Nº 318. Madrid 27 07 1950  AÑO VII.

2 comentarios:

  1. Cada vez es más escasa la oportunidad de poder ver al toro auténtico que parece una entelequia.El taurineo y los alabanceros a su servicio han impuesto el semoviente "bondadoso,obediente,colaborador" y que el primer tercio sea un trámite en vías de desaparecer.
    Por ello los "figurones"declaran que disfrutan dando pases al por mayor cada tarde,los acaban a sartenazos y son premiados.Así va la cosa.
    Docurdó Corajay.

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    1. Docurdó Corajay.
      Hoy todos son "figuras" con el "toro colaborador", con el cual se sienten acompañados practicando el repetitivo toreo monótono carente de hondura. Por contra, el TORO bravo, encastado y con poder casi ya está extinguiéndose y con él la emoción inmanente que genera lo no predecible.
      saludos

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