EL EJE DE LA LIDIA

EL EJE DE LA LIDIA
"Normalmente, el primer puyazo lo toman bien los toros, y si ése fuera el único del tercio, todos parecerían bravos. En el segundo ya empiezan a dar síntomas de su categoría de bravura. Y es en el tercero donde se define de verdad si el toro es bravo o no. En el tercer puyazo casi todos los toros cantan la gallina, se suele decir". JOAQUÍN VIDAL : "El Toreo es Grandeza". Foto: "Jardinero" de la Ganadería los Maños, primera de cuatro entradas al caballo. Corrida Concurso VIC FEZENSAC 2017. Foto : Pocho Paccini Bustos.

martes, agosto 07, 2012

Tertulia 12º La cogida

Escrito por ELCHOFRE   
lunes, 14 de marzo de 2011
No es frecuente elegir como tema de conversación taurina la figura del médico de las plazas de toros y no por ello deja de ser uno de los primordiales e indispensables elementos de la corrida.
Allí, en su lugar estratégico, están los doctores presenciando el espectáculo. Están inadvertidos, acaso ni ellos mismos sospechan, o por mejor decir se detienen a pensar, que si la fatalidad provoca el percance de la cogida, automáticamente saltarán a ocupar el puesto de la máxima expectación. Expectación que será tanto más grande cuanto mayor sea la fama y más mimado esté el diestro cogido.
Los médicos de las plazas de toros son, casi todos, grandes aficionados. Si no lo eran cuando pretendieron el cargo, que es lo más probable, llegan a serlo como consecuencia de tantas corridas vistas, por lo general entre barreras y muy cerca de los profesionales del toreo que son los que entienden bien de estas cosas.
Este complejo conocimiento del toreo, con todas sus incidencias, suertes y secretos, cons­tituye un requisito necesario para estos profe­sionales de la cirugía.
El médico buen aficionado,  en  el preciso momento de producirse la cogida diagnostica la cornada y las posibles lesiones; pues conoce bien en qué instante del lance ha sido alcan­zado el torero y hasta el por qué del suceso.
Esto es primordial y más de un torero a ello le debe la vida, ya que en semejantes oca­siones la actuación médica tiene que ser rapi­dísima, no hay tiempo para perderlo en explo­raciones que pueden ser funestas.
Pudiéramos decir, con permiso de los doc­tores, que éstos ven en cada caso los movi­mientos del pitón dentro del cuerpo humano, como si éste fuera de cristal transparente.
Ven los destrozos que provocan porque saben cual fue la causa de la cogida. Conocen la manera de hacer del toro mejor que los mismos toreros.
Saben cuando hay y cuando no hay cor­nada. Si ésta es más o menos profunda, según en el tercio de la lidia en que ocurra, el mo­mento del pase, en qué sitio o parte del anillo sucede, las condiciones particularísimas del toro, la posición del torero al tiempo de surgir el percance, la natural configuración de la cor­namenta, la forma de pelear que ha venido desarrollando el toro y miles de circunstancias más que no es posible seguir enumerando.
He comprobado, más de una vez, que en ciertas ocasiones en que parecía que no había pasado nada, ni aún siquiera había sido derri­bado el torero, el médico corrió a su puesto en la enfermería y momentos después llevaban al torero con una grave cornada.
Considero admirable al médico de los to­reros, por supuesto que admirable lo es siempre la dedicación de estos hombres benefactores de la humanidad, pero aquellos actúan en unas condiciones y circunstancias ciertamente difí­ciles, y la fiera de las quince mil cabezas ven que el médico tiene entre  sus manos al ídolo de su predilección.
La cogida se produce siempre por mero accidente. Los toreros dicen muchas veces, más o menos en serio, «que el toro se ha equivoca­do». Si éste hablara diría que fue el torero quien se equivocó.
El aficionado, que está en mejores condi­ciones para opinar, pues los ve desde la barre­ra, llega a la conclusión de que, en la inmensa mayoría de los casos, la cogida ocurre porque el torero se asusta y quiere corregir la cosa cuando ya no es posible.
Los toreros (no me refiero a los aprendi­ces de torero, por mucho que cobren) no se sitúan en lugar ni de forma en que les puedan dar la cornada. Estos saben tirar del toro y además no se lo pasan por delante, nada más que cuando saben que pueden hacerlo.
Me dirán: que a los buenos toreros no los cogerán nunca. No señor; a los buenos toreros los han cogido y hasta los han matado, preci­samente por ser buenos toreros. Pues su cua­lidad, de máximas figuras, les obliga a sacarle faena a casi todos los toros (aunque la masa no advierta que muchos son toros dificilísi­mos). Su categoría les obliga, también, a no huir en ese inopinado y grave momento (res­balón del toro, cabezada inesperada, o vicio oculto hasta el momento...).
A estas figuras se les exige más y ellos aguantan más porque ostentan la primacía de su oficio con toda su responsabilidad. Los que flaquean en esas, muy contadas, graves situa­ciones no llegan jamás al pináculo, y si lo hacen después de haber llegado, lo pierden.
Manolete murió porque no quiso «aliviar­se» un poquito —cosa que poquísimos espectadores hubieran percibido— al entrar a matar a un toro muy difícil.
Ya le había hecho lo más que se le pudie­ra hacer a un toro que fuera boyante; sólo faltaba matarlo bien, entrando «bien», y él lo quiso hacer concienzudamente.
Aquello tenía un precio, y él lo pagó —en la plenitud de su juventud, gloria y dineros— para seguir siendo siempre la primera figura del toreo.
El sitio que dejó Manolete no lo ha ocupado nadie hasta la fecha. Por esto cogen a los buenos toreros... igual que mueren los milita­res heroicos.
A los otros toreros los cogen, casi siempre: por dudar, por enmendarse, por perderle la cara al toro... en una palabra porque se asus­tan.

Fuente autorizada por  http//:www.elchofre.com

1 comentario:

  1. Pensar que la cirugia taurina no es una especialidad medica.
    El sacrificio y dedicación de los medicos de las plazas de toros,que con su conocimiento salvan a los heridos por asta de toro,no tienen el reconocimiento que se merecen.
    P.D.S.

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